viernes, 21 de julio de 2006
Territorio Paul Auster
Hoy visitamos a nuestros amigos de Brooklyn.
Es muy recomendable iniciar el trayecto a pie, y resistirse a las ganas de volver la cabeza hasta no haber rebasado, al menos, la mitad del puente. Entonces la vista es mágica y uno se siente dentro de aquella película, cómo se titulaba.
Las calles de Brooklyn están hechas a la medida de las personas. De pronto uno se da cuenta de que es aquí, y no en Manhattan, donde viven las familias jóvenes y los niños. Estos barrios son para la gente que pasea perros y bebés, que sale a comprar el pan y se detiene para charlar un rato con el vecino, que se descalzan en los lugares más insospechados y abren negocios bien misteriosos. O tranquilos. Pero, ojo, esto es New York: en cualquier esquina te encuentras un rodaje, un supercamión de bomberos a toda pastilla, o aquel restaurante que conocías de toda la vida aunque nunca hubieras estado en él.
Al atardecer, el lugar se transforma de un modo radical y cinematográfico. El barrio polaco, y el barrio judío, y los barrios católicos, vuelven a cambiar de cara: los padres recogen en casa a sus perros y bebés, los adolescentes practican sus primeros bolos antes de echarse al mundo.
¿Y las chicas? Ah, ellas prefieren tomar el fresco de la midsummer night.
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1 comentario:
¿Cómo pueden seguir yendo al cine los neoyorquinos con esa superpelícula dentro de la que viven?
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