martes, 16 de junio de 2009

Dancing in Sasquatch




Manolito en trance y a su bola; entra en escena Pagafantas, vacilante; finalmente... el gran Hugo se incorpora a la fiesta.

A partir de ahí, melopea general. La comprobación empírica de que, a ciertas edades, somos poco más que primaverales primates hipergregarios. Sólo se precisa buen tiempo, brisa del Pacífico y cualquier cosa que se asemeje a una melodía bailable.

Sucedió hace un par de semanas en el Festival de Música de Sasquatch, estado de Washington.
El paraíso de un etólogo rijoso.

Cuarenta años despues de Woodstock, beibi.


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