A 45 kilómetros de la ciudad en que nací; a 21 de donde pasaba los veranos de mi infancia; a 57 del Juzgado donde me casaron por primera vez...
Resulta que Alquézar siempre estuvo ahí, pero ha tenido que transcurrir más de medio siglo para que yo lo descubriera.
Mariano Altemir, ex alcalde y empresario hostelero, impulsó en los años 80 un proceso de rehabilitación modélico que ha transformado este pueblo medieval, entonces semiderruido y casi abandonado, en una de las maravillas del Prepirineo altoaragonés: gente de carácter, restaurantes para comer como en casa a precios muy razonables; turismo histórico y cultural; jóvenes deportistas extremos que descienden las aguas y cañones del Vero o escalan las quebradas y vías ferratas de Guara; una ruta del vino Somontano con cien bodegas para extraviarse un fin de semana de primavera...
Vamos, el sitio ideal para una epifanía catárquica.
1 comentario:
Aragon cada vez esta mas majo, me gusta volver.
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