Sólo aquí podrían haber convertido un lugar repulsivo en una gran broma que ya es atracción turística, convoca visitantes de todo el país e invita a cualquiera a participar en el juego sin grandes ceremonias folklóricas.
Dentro de unos años, esta pesadilla de profesor de secundaria estricto quizás sea monumento nacional... Es lo bueno que tiene no cargar con demasiada Historia a la espalda.
Parece que la cosa empezó en los famosos años 60. Hoy, hasta la guía Lonely Planet le dedica un guiño: "OK, seguro que dejaste tu corazón en San Francisco; pero guarda tu chicle para el Bubblegum Alley de San Luis Obispo..."
(la gente joven acorta el nombre de la ciudad, bonita, tranquila, pequeña; y lo despereza: SLOw)
martes, 29 de agosto de 2006
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6 comentarios:
casi echo la pota, hay que tener ganas!
Se dice que los CSI hacen allí las prácticas de Identificación por ADN
Pues hombre, tampoco es para tanto. Peores impresiones deja pasear por determinados parques de la capital donde defecan nuestros queridos animales de compañía...
No sé de qué se sorprende la gente; aquí, si cogemos todos los chicles que el educadísimo personal ibérico deja en bajos de asientos, autobuses, suelos, butacas de cine, etc, etc, nos sale para llenar no el bubble gum alley, sino la bubble gum avenue.
Después de todo si llamamos "artista" a un señor que envasa sus excrementos y los vende debidamente etiquetados… al menos eso olerá a multifrutos.
Curiosa manera de dejar la identidad colgada de un muro en un país celoso, casi obsesivo, por la privacidad. Del chicle se puede obtener la fórmula dental, la huella dactilar y el perfil genético a través de la saliva y las epiteliales que se han quedado adheridas.
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