"En otro tiempo, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y corrían todos los vinos.
Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.
Me he armado contra la justicia.
Me fugué. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio, a vosotros confié mi tesoro!
Conseguí desvanecer en mi espíritu cualquier esperanza humana. Sobre toda dicha, para estrangularla, salté con el ataque sordo de la bestia fiera.
Yo llamé a los verdugos para morir mordiendo la culata de sus fusiles. Invoqué desastres para ahogarme en sangre y con arena. El infortunio fue mi dios. Me he tendido en el barro. Me he secado con el aire del crimen. Le he jugado malas pasadas a la locura.
Y la primavera me trajo la risa espantosa del idiota..."
(Una temporada en el infierno)
Algunos jóvenes de antaño, si mal no recuerdo, recitaban los versos de Rimbaud como mantras musicales de una nueva moral que aspiraba a transformar la vida mientras huía de cualquier tentación explicativa. Eso fue justo antes del punk; pero ya un siglo después de que el iluminado Arthur escogiera el silencio radical ("su más lograda y perfecta creación", en palabras de Jaime Siles).
Murió en 1891, a los 37 años, tras una vida inverosímil. Pero antes de los 20 ya lo había dicho todo.
En 2007 siguen apareciendo versiones traducidas al español (difícil asunto) de su breve, inexpugnable e intensa producción lírica: las Iluminaciones, en personalísima –y ya clásica– traducción del leonés Antonio Colinas; y la Obra Poética Completa, en versión de los también poetas Miguel Casado y Eduardo Moga.
Murió en 1891, a los 37 años, tras una vida inverosímil. Pero antes de los 20 ya lo había dicho todo.
En 2007 siguen apareciendo versiones traducidas al español (difícil asunto) de su breve, inexpugnable e intensa producción lírica: las Iluminaciones, en personalísima –y ya clásica– traducción del leonés Antonio Colinas; y la Obra Poética Completa, en versión de los también poetas Miguel Casado y Eduardo Moga.
(en memoria de Albert Subirats)
6 comentarios:
Antaño, si mal no recuerdo, un joven redactor de una revista de éxito hubo de intercambiar obsequios navideños con su jefe. Estos mismos versos de Rimbaud aventaron el origen de una complicidad letraherida.
A.Sardón
Me da usted miedo.
Gregorio Morán ponía por título a uno de sus recientes artículos 'La desgracia de ser genio', aunque confiesa que le hubiera gustado titularlo 'Ser genio es una putada'.
No estoy de acuerdo en que siempre sea así, pero así parece en el caso de Rimbaud.
No sé por qué tan a menudo parece que la genialidad deba pagarse con salud mental.
Lo sé de memoria, Lynx: "Pero, recientemente, cuando ya estaba a punto de estirar la pata, decidí buscar la llave que me abriera las puertas del antiguo festín, en el que, quizás, recobraría el apetito.
La caridad es esa llave. -¡Esta inspirada afirmación demuestra que he estado soñando!"
Ay, Anónimo!
Y el inefable Albert Perucho, que en Gloria esté, lo concluiría así:
"Y a la espera de las pocas y pequeñas cobardías que faltan, desprendo para vos, que amáis en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, unas cuantas páginas horrendas de mi carnet de condenado".
Kurt Vonnegut (un extracto de God Bless You, Mr. Rosewater), nos deja:
“Hello, babies. Welcome to Earth. It’s hot in the summer and cold in the winter. It’s round and wet and crowded. At the outside, babies, you’ve got about a hundred years here. There’s only one rule that I know of, babies — ‘God damn it, you’ve got to be kind.’ ”
Como dicen, simple, barato, eficaz...
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