"Este drama, cuya extensión equivaldría a más o menos diez veladas según la medición humana del tiempo, ha sido ideado para su puesta en escena en un teatro del planeta Marte. El público de este mundo no sería capaz de soportarlo. Pues es sangre de su sangre, y el contenido es el de todos estos años irreales, impensables, inasibles para una mente despierta, inaccesibles para la memoria, años en que personajes de opereta interpretaron la tragedia de la humanidad. La acción, que nos lleva por cientos de escenas e infiernos, es inconcebible, escabrosa y, como estos años, carente de heroismo. El humor es tan sólo la autoinculpación de quien no enloqueció al pensar que sobrevivió con el cerebro intacto al hecho de haber sido testigo de los acontecimientos de esa época... Los sucesos más inverosímiles aquí presentados ocurrieron realmente; los diálogos fueron dichos palabra por palabra; los inventos más estrafalarios son citas... Las máscaras del trágico carnaval llevan nombres de personas vivas, porque nada es fortuito en esta temporalidad determinada por el azar."
(Preliminar a Los últimos días de la Humanidad)
Todos los ensayos, aforismos, panfletos y poemas, todos los géneros y estilos de Karl Kraus se juntan en esta tragedia monumental e irrepresentable sobre la Primera Guerra Mundial –escrita entre 1914 y 1922–, que anticipaba con un fogonazo de lucidez la Segunda y las que vendrán.
El azar la puso en mis manos para un viaje en tren entre la realidad y el deseo.
El azar la puso en mis manos para un viaje en tren entre la realidad y el deseo.
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