jueves, 8 de enero de 2009

Cúpula de Barceló: la perspectiva francesa

"El arte que cruje los techos: ¡20 millones de euros para decorar una sala de las Naciones Unidas en Ginebra!". Así titula la revista gala Ça m'interesse, de enero de 2009, el artículo dedicado a la bóveda ginebrina, calificada de "gotelé extremo" por algunos insidiosos críticos de arte.

Como en nuestro país todo se bi-politiza, traduciremos literalmente del francés lo que dicen nuestros imparciales vecinos en este a-político mensual de divulgación:

"La capilla Sixtina del siglo XXI"... Así describe la diplomacia española el suntuoso regalo ofrecido al Palacio de las Naciones Unidas. Un modo de justificar el gasto tan impresionante como la obra misma. El mallorquín Miquel Barceló, figura clave del arte contemporáneo español, quería simbolizar la diversidad y la complejidad del mundo. Nada se le negó: chófer, cocinero, masajista... y no menos de 20 ayudantes. Para cuadrar el presupuesto de la renovación de la sala –que albergará el Consejo de los Derechos Humanos– el gobierno ibérico distrajo, incluso, 500.000 € de los fondos de ayuda al desarrollo. A la oposición que clama por el escándalo Madrid le responde que el techo de Barceló representa "una promoción del desarrollo a través de los derechos del hombre".

(pinchar en la imagen para ampliar, grcs Lo!)


1 comentario:

José Antonio Peñas dijo...

La justificación del gasto es absurda. No hay nada en esa obra que excuse su coste, más allá de la soberbia y ombliguismo de su autor y la estupidez de los amigos de lo "emblemático" (una palabra que cada vez da más asco). Y emblemático por poco tiempo porque es dudoso que la obra permanezca intacta más allá de un par de años, con lo que va a haber que rehacerla de continuo, y cualquier remodelación del edificio obligará a eliminarla.

Al margen de consideraciones monetaria, no me gusta: demasiado grande y chillón, demasiado orientado al autobombo y a "epatar"

Además si un particular o una mepresa quiere tirar su dinero es muy libre de hacerlo, pero las administraciones deberían gastar sus recursos con más prudencia.