"Me viene ahora el recuerdo de las noches en la calle de Aribau. Aquellas noches que corrían como un río negro, bajo los puentes de los días, y en las que los olores estancados despedían un vaho de fantasmas. Me acuerdo de las primeras noches otoñales y de mis primeras inquietudes en la casa, avivadas con ellas. De las noches de invierno con sus húmedas melancolías: el crujido de una silla rompiendo el sueño y el escalofrío de los nervios al encontrar dos pequeños ojos luminosos - los ojos del gato- clavados en los míos. En aquellas heladas horas hubo algunos momentos en que la vida rompió delante de mis ojos todos sus pudores y apareció desnuda, gritando intimidades tristes, que para mí eran sólo espantosas. Intimidades que la mañana se encargaba de borrar, como si nunca hubieran existido...
Más tarde vinieron las noches de verano. Dulces y espesas noches mediterráneas sobre Barcelona, con su decorado zumo de luna, con su húmedo olor de nereidas que peinasen cabellos de agua sobre las blancas espaldas, sobre la escamosa cola de oro. En alguna de esas noches calurosas, el hambre, la tristeza y la fuerza de mi juventud me llevaron a un deliquio de sentimiento, a una necesidad física de ternura, ávida y polvorienta como la tierra quemada presintiendo la tempestad..."
El caso de esta canaria-catalano-madrileña es insólito en la literatura española. Con sólo 22 años, escribió Nada –la historia de una adolescente "rara" en la Barcelona gris de la posguerra– y ganó el primer premio Nadal. Era 1944. Continuó publicando buenas novelas, cuentos e incluso ensayos, hasta bien entrados los años 70 (recuerdo cómo me impresionó, a mis 16, el primer libro suyo que leí, La insolación). Y luego se retiró sin hacer ruido. Un año antes de su muerte, en 2003, Destino publicó su correspondencia con Ramón J. Sender, exiliado en Estados Unidos, al que conoció en 1965 durante su primer viaje a América. En esas 76 cartas, "Puedo contar contigo", Laforet confía al escritor aragonés las razones de su silencio literario, sus inseguridades, su mundo sentimental, sus dudas y el deseo de resguardarse del contacto social que posteriormente cristalizaría en su distanciamiento de la vida pública.
Coincidiendo con el tercer aniversario de su muerte, la editorial palentina Menos Cuarto publica ahora la edición definitiva de todos sus cuentos, escritos entre 1939 y 1955: Carta a don Juan. La edición literaria ha corrido a cargo de su hijo, Agustín Cerezales.
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5 comentarios:
Me temo que en esa retirada tuvo que ver bastante el Alzheimer, Linx; lo que no explica es el (relativo) éxito de sus libros posteriores a Nada, porque escribir, escribía de miedo.
Por cierto, igual que Sender, uno de los valores más seguros de nuestra literatura del siglo pasado, y otra de sus personalidades más curiosas... Tiene buena pinta el libro, gracias por la recomendación.
Leí en mi adolescencia "Nada" y ahora precisamente lo estoy releyendo. Una delicia y una caligrafía narrativa impecable.
Aunque fuera el Alzheimer quien la retiró del mundo, lo cierto es que Laforet ya lo había hecho voluntariamente mucho antes de su enfermedad, como bien apunta Lynx. Leeré esas cartas, seguro que arrojan luz sobre una vida críptica.
Leí "La Insolación" con unos 14 años. Aquel verano en Teiá aquella lectura era hipnótica. Y no había otra cosa que hacer en la siesta. Martín Pescador.. aún recuerdo al chiquillo en el que la protagonista afilaba sus uñas. "Nada" era muy duro, pero asombroso. Menos que lo leí con más años y lo disfruté de otro modo.
Ignoraba la correspondencia con Sender. Gracias Lynx por esa recomendación.
"Nada", plagiada en Argentina, por un caradura llamado Sergio di Nucci. Puede leerlo aquí:
www.lanacion.com.ar/Archivo/nota.asp?nota_id=881727
Cliqueando sobre "Plagio del argentino porteño"...puede leerse el reportaje al descubridor y denunciante del plagio de Sergio Di Nucci (uno de los tres chiflados del plagio ,junto a María Elena Walsh y Jorge Bucay)a Carmen Laforet: Agustín Viola.
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