domingo, 12 de noviembre de 2006

Valencia en otoño



Espectacular. La ciudad y la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Hacía cinco años que no pisaba Valencia y casi no la reconozco.

Con sus veraniegos 23 grados a la sombra y todos los demás topicazos levantinos en perfecto estado de revista –la luz cegadora, la gente en las calles, el arroz y las naranjas omnipresentes, el desparpajo, el color, el griterío...–, la metamorfosis de esta urbe (aquí vi el mar por primera vez cuando era un crío) es de las que hacen historia. Se diría que hasta los propios valencianos han decididido maquearse a conciencia: ayer conté, rambleando, en un solo paseo –Gran Vía del Marqués del Turia, Germanías–, más de 50 salones de belleza, gimnasios, spa, centros de estética, masaje, estilismo y peluquería!

Las inconfundibles, gigantescas, esqueléticas estructuras arquitectónicas de Santiago Calatrava (el Museo Príncipe Felipe, L'Hemisfèric, L'Umbracle, el Palau de les Arts y L'Oceanogràfic) han transformado el margen derecho del viejo cauce del Turia, y sus alrededores, en un paisaje futurista que nunca resulta hostil.

Y por las noches es la pera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lynx, me alegra que haya disfrutado de su viaje a mi pueblo. Hemos pasado de las barracas de Blasco Ibañez a los magnificos edificios de Calatrava, pero lo mejor de la ciudad que es su luz y el mar siguen intactos.

Anónimo dijo...

Ya sabe, Lynx, Valencia en otoño es un buen momento para comerse un... arroz caldoso.