lunes, 2 de marzo de 2009

Aribau con Consejo de Ciento: Nada



"Me viene ahora el recuerdo de las noches en la calle de Aribau. Aque­llas noches que corrían como un río negro, bajo los puentes de los días, y en las que los olores estancados despedían un vaho de fantasmas. Me acuerdo de las primeras noches otoñales y de mis primeras inquie­tudes en la casa, avivadas con ellas. De las noches de invierno con sus húmedas melancolías: el crujido de una silla rompiendo el sueño y el escalofrío de los nervios al encontrar dos pequeños ojos luminosos - los del gato- clavados en los míos. En aquellas heladas horas hubo algunos momentos en que la vida rompió delante de mis ojos todos sus pudores y apareció desnuda, gritando intimidades tristes, que para mí eran sólo espantosas. Intimidades que la mañana se encargaba de borrar, como si nunca hubieran existido... Más tarde vinieron las noches de verano. Dulces y espesas noches mediterráneas sobre Barcelona, con su decorado zumo de luna, con su húmedo olor de nereidas que peinasen cabellos de agua sobre las blancas espaldas, sobre la escamosa cola de oro. En alguna de esas noches calurosas, el hambre, la tristeza y la fuer­za de mi juventud me llevaron a un deliquio de sentimiento, a una necesidad física de ternura, ávida y polvorienta como la tierra quemada pre­sintiendo la tempestad..."

Paseando ayer por Barcelona, me topé sin pretenderlo con la casa donde Carmen Laforet situó su Nada: Aribau cantonada Consell de Cent; esquerra de l'Eixample (aunque escribió toda la novela en Madrid, un par de años después).

Andrea-Carmen, la niña canaria, la mala estudiante, la tremendista, nunca volvió a vivir en Barcelona. Estos días se cumplen cinco años de su muerte.


Como contaba Arcadi Espada en aquella crónica-necrológica espléndida, todavía en El País: "En el momento de escribirla, Nada tenía poco de autobiografía. Sin embargo, a partir de ser escrita, y como sucede con todos los libros importantes, su autora se fue pareciendo cada vez más a su libro. Hasta fundirse materialmente con su niebla, mucho antes de morir".

Esos inviernos de la posguerra en el Ensanche de Salamanca.























(Fotos: Jota Pé)

No hay comentarios: