domingo, 10 de mayo de 2009

Jim, el niño que vio La Bomba




Descubrí a James Graham Ballard en 1985 gracias a Miguel Hernández, el librero de la Machado, que me recomendó la primera traducción española de El Imperio del Sol. Desde entonces busqué todos sus libros, con parecido tesón compilatorio al que antaño había aplicado a mis otros descubrimientos adolescentes: Boris Vian, Salinger, Céline, Forster, Miller o Lowry.

Coincidiendo con su último vuelo, desempolvo estos días, en las cajas todavía sin desembalar de alguna antigua mudanza, obras maestras y casi olvidadas de este viejo piloto de la RAF que aprendió a amar los aviones en un campo de concentración japonés: La bondad de las mujeres, Noches de cocaína, Crash, Fuga al paraíso, Milenio negro... Sospecho que no todos mis autores-fetiche de juventud podrían resistir como él una relectura.

Recojo aquí algunas reveladoras conversaciones con el literato de la tensión publicadas en los últimos años de su vida. Y compruebo que hay muchísimas colgadas en la red, un dato curioso en un hombre que siempre desconfió de las entrevistas pero nunca se negó a concederlas, incluso a periodistas noveles o publicaciones desconocidas :

* "La clase media está empezando a formar el nuevo proletariado" (2004), en Clarín.com

* El profeta en su tierra, por Agnes Ortega y Andrés Criscaut (2005)

* "El consumismo lo gobierna todo", por Osvaldo Espino (2006)

Y me entero ahora, al elaborar esta memoria personal, de que Mondadori publicó el año pasado en español la autobiografía de J. G. Ballard, Jim, el niño que vio el resplandor de la bomba atómica la noche que cumplía 15 años, Milagros de vida.


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